La Historia de Diego, Parte 1 de 3
mayo 12, 2025
El primer lunes de febrero, el aire frío de Tegucigalpa y el sol de la mañana se colaban por las grietas de la madera reciclada que formaban las paredes de la casita de Diego. Poco a poco se despertó con el olor familiar de los frijoles cocinándose en el fogón, una estufa rústica de leña, a solo unos pasos de su cama en la casita de una sola habitación que compartía con su madre y su abuela. Antes de abrir los ojos, escuchó los sonidos familiares de su vecindario: el torrente del río amenazante fuera de su ventana, el tráfico en el puente que pasaba por encima, el molesto gallo y las gallinas que picoteaban la hierba silvestre que crecía en la parte trasera de su casita.
La madre de Diego se había ido antes de que saliera el sol para entregar tortillas frescas a sus clientes, por lo que su abuela estaba preparando el desayuno en el fogón, revolviendo los frijoles y calentando las tortillas sobrantes de la tanda matutina de su madre. Levantándose de su delgado colchón en el suelo, Diego salió a la letrina y se echó agua fría en la cara con la esperanza de que lo despertara y calmara sus nervios.
Hoy fue el primer día de quinto grado de Diego en El Hogar. Se sentía un poco nervioso. Diego podía caminar a su antigua escuela pública, lo cual era conveniente porque significaba que en los días en que nadie aparecía, podía caminar de regreso a casa. El aprendizaje era un reto en esa escuela. A veces había más de 45 estudiantes en su clase, y un año su maestro era responsable de tres grados a la vez. Diego quería entender, pero no había tiempo para preguntas. Cuando luchó, en lugar de apoyo, recibió desaliento. «A estas alturas ya deberías saberlo», le decía su maestro. Diego comenzó a sentir que tal vez la escuela no era para él.
Después de desayunar y vestirse con su nuevo uniforme, la abuela de Diego lo llevó a la calle principal donde, por primera vez, tomaría un autobús para ir a la escuela. Diego saludó tímidamente a algunos de los niños que reconoció de su barrio que también iban a El Hogar y esperó nervioso el autobús, el autobús blanco con la imagen de un sol que había vislumbrado antes y ahora era su turno de subirse a él.